RECUERDOS DE LAS PRIMERAS VACACIONES DE CASADOS.- 

MES DE AGOSTO DEL AÑO 1.954

    La ciudad de Gerona que es en la que yo siempre he desarrollado mi trabajo, está lejos del pueblo nuestro, (de mi mujer y mío: Santa María de las Hoyas). Debimos de llegar a la estación de tren de San Leonardo, (al oeste de la provincia de Soria), y distante de nuestro pueblo 10 kms., cuando ya era noche cerrada, por lo que debimos quedarnos a pasarla en la posada o fonda; al día siguiente, habiendo dejado los bultos que llevábamos, al cargo de la posadera, con el recado de que al día siguiente volveríamos con caballería para cargarlos, enfilamos la carretera hacia nuestro pueblo; en dos horas y media de camino, llegamos, y como todo el mundo estaba en las eras, trillando la mies, allí nos dirigimos, adonde mis suegros trillaban para echarles una mano; que siempre es bienvenida la ayuda de otros, cuánto más la del yerno y de la hija jóvenes y recién casados.

   Al  enterarse mi hermana Flora que estábamos allí, llegó a saludarnos  tan contenta. Nosotros nos quedamos para pingar la parva o sea  reunir todo lo que se había trillado en el centro de la era, en un cono todo lo más alto posible, para que al día siguiente extender los haces todo alrededor de la parva y seguir trillando hasta que llegara un buen aire solano para  abeldar y de esta manera separar el trigo de la paja, llevar el trigo al granero  y la paja apartarla a un lado para poder seguir trillando.

   Al día siguiente bien de mañana ya tenía mi suegro aparejada la caballería, me llegué a casa de mi hermana Flora  a por un serón, con el fin de poner la maleta en un lado y las demás cosas, más si compraba algo para comer, en otro lado del serón, cargué lo que tenía en la posada, me despedía de  la posadera dándola las gracias por todo, y me voy a la otra calle que había una tienda abierta con el fin de comprar los artículos más urgentes sobre todo de comer  que me había encargado mi mujer .

    Una vez resuelto el problema de San Leonardo, monté en la caballería y carretera adelante, hasta el pueblo, que por cierto no encontré en todo el camino señal de persona alguna.

    No sé el porqué llegó a mi pensamiento las vicisitudes del trigo, desde que se siembra hasta llegar al granero, que ateniéndonos a la historia  ha cambiado muy poco desde la edad media.

    En estas cavilaciones iba yo cuando me llegó a la memoria, que en intendencia que era donde comprábamos el pan en Gerona, no hacía mucho que se había subido una peseta en kilo.

    Como yo tenía  algún dinero de la época de la frontera, no sé el porqué  se me pasó por la imaginación, que podía comprar el trigo que recogen los servidores del pueblo, o sea:  vaquero, muletero, cabrero, y guardas forestales y algunos más, porque en aquella época a todos estos que enumero, se les pagaba en trigo. Para que a su debido tiempo sirva como historia, desglosaré lo que antecede para el mejor entendimiento posible.

   Dejando los funcionarios aparte: médico, boticario, veterinario, maestro, maestra,  otra maestra para los párvulos, cura párroco… había en el pueblo de ochenta a noventa vecinos, las escuelas tanto de chicos como de chicas estaba llenas, las familias por aquellos años eran largas, muchas de ocho a diez hermanos, pero normalmente en cada casa había trabajo para todos los que estaban en edad de trabajar, ya que durante la guerra civil  de 1.936  a  1.939 y en las décadas del  40  al 50, se puede decir que nos autoabastecíamos  ya que en España  eran los tiempos del racionamiento, y no  había que esperar mucho de aquello que daban.

   Volviendo a los servidores del pueblo, estaban: Vaquero que en cada casa había de dos a cinco vacas, bien por la leche, recría o para el trabajo, había vecinos que compraban el la feria de San Esteban de Gormaz, y a los dos años las volvían a vender en el mismo sitio. Muletero, era el encargado de  llevar y guardar en la dehesa las caballerías que no trabajaban  durante aquel día. Cabrero, cada vecino tenía en casa de dos a cuatro cabras, para leche y recría, en casa de mi padre  siempre había cuatro cabras  y cuando menos una de ellas  nos solucionaba el asunto de la leche sobre todo  para los más chicos durante todo el año; para juntarlas, el cabrero se valía de un cuerno, a semejanza del que Roldán usara en la batalla de Roncesvalles, parece como si las cabras conocieran dicho sonido, ya que en ese momento empezaban a balar y dar golpes con las patas delanteras en el pequeño habitáculo o cortijo con el fin de que se las abriera la puerta; ellas solas iban donde se oía  el cuerno, y una vez juntas todas las del pueblo, el cabrero, las encaminaba a los pastos que les correspondía aquel día, cuando regresaban por la tarde, cada una iba a su casa y si estaba abierto el cortijo  ellas solas se metían.  

   Según regresaba  al pueblo montado en la caballería, iba cogiendo cuerpo mi pensamiento, llegando a la conclusión que si dichos servidores me vendían el trigo que recogieran de los vecinos, quince céntimos el kilo más barato que como pagaba la comarcal, yo no tenía inconveniente en comprar lo que me llevaran dinero al contado.

   A muchos de ellos lo que más les interesaba era cobrar, así que en cuanto que di la voz que compraba el trigo en esas condiciones, me llevaron tanto como necesitaba, incluso algunos de los vecinos también se unieron a los servidores del pueblo.

   Dicho trigo una vez pesado y pagado lo almacené en casa de mi abuelo Santos, que en aquella época no estaba habitada, esta era una habitación que había  a la izquierda  de la entrada, y que más tarde, la correspondió en las particiones a mi hermana Flora y que dicha habitación  fue habilitada para comedor a su debido tiempo.

   Con un buen candado y su llave correspondiente, y después de poner veneno  sobre unas tejas que ya tenía preparadas para tal fin, por si los ratones quisieran meter mano al trigo, ya que tales roedores era un peligro que había que tener en cuenta cuando se deja por un tiempo indeterminado al alcance de dichos ratones el ya citado cereal.

   El mes se iba pasando y tanto yo como mi mujer, ayudamos a sus padres en la faenas de las eras hasta el final.

   El  día 24 del mencionado mes, en la Ermita de San Bartolomé  que en tiempos pasados era un enclave de los Templarios y que  cuando estaban estos Monjes guerreros se llamaba  San Juan de Otero, fuimos a dicha romería mi mujer y yo, valiéndonos de las caballerías se reunía allí mucho personal. “El 24 de Agosto, allí se ver reunidos, los pueblos de su contornos, y de muy lejos venidos, para celebrar la fiesta, entre las rocas y el río”. (Lo entrecomillado, son unos versos de una poesía que dedico al río Lobos) y tuvimos ocasión de saludar a muchos conocidos incluso familiares que vivían en otros pueblos.

   Regresamos el mismo día  por el mismo camino y mismo medio sin novedad.

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