PROLEGÓMENOS A LA FIESTA DE REJAS DEL BURGO

EN AGOSTO DEL 54. PAG. 79

  Pasados dos días de la Romería de San Bartolomé, en la ermita templaria del río Lobos. se presentó en casa de la madre de mi mujer, una señora del pueblo de Rejas, distante del nuestro unos  ocho kilómetros, según todo lo que llegó a mis oídos, eran algo de familia, y su viaje tenía por objeto  invitar al nuevo matrimonio (mi mujer y yo), a la fiesta del mencionado pueblo, así que una vez consultado con ambos, tanto yo como mi mujer estuvimos de acuerdo  en que iríamos acompañarles  el primer día de la fiesta.

   Solucionado el problema de la invitación, después de comer todos juntos en casa de los padres de mi mujer, se marchó  tan contenta montada en su burro, y por lo que pude observar era bastante ligero.

   Llegado el día aparejó bien de mañana la caballería mi suegro, y después de tomar un café con leche y un trozo de torta de chicharros, emprendimos el camino que nos llevaría al mencionado pueblo.

   Atravesamos el pequeño pueblo de Nafría de Ucero, que por indicios de las calles  aun siendo cortas, lo bien trazadas  que estaban, con simetría perfecta, es de suponer  que en tiempos pasados hubiera un incendio que lo arrasara todo. Las pocas calles que hay desembocan en una gran plaza, que en su centro se halla una fuente con dos caños.   

      Seguimos nuestro camino hasta llegar al destino previsto de antemano. Por ser estos pueblos tan pequeños y tan cerca unos de otros, muchos matrimonios están entroncados, por tal motivo las familias se unen cuando llega la fiesta.

   Pasamos por la única calle que tiene el pueblo de Rejas, las demás todas eran callejas que terminaban en el campo, pero, aún así y todo, limpias y sus casas pintadas por dentro y por fuera con una especia de barro parecido al caolín, en la parte inferior con su zócalo correspondiente  con el mismo material, pero de un color como rojizo.

 

                                   Autor: Pausilipo Oteo Gómez                        CONTINUA>>>