Un
cazador fue muy lejos
de
caza por la mañana
a
la espera de conejos
y
todo lo que saltara.
Se
puso al salir el Sol
y
si tendría mala pata
que
en tres horas que esperó
no
apareció ni una rata.
Tan
cansado estaba el pobre
de
tanto esperar en vano
que
mordiéndose la mano
maldijo
su propio nombre.
Iba
ya a marcharse a casa
descargando
la escopeta
cuando
observó con sorpresa
que
se movían las matas.
Esperó
todo confuso
arrugando
el entrecejo
quedando
patidifuso
cuando
vio que era un conejo.
El
pobrecillo aparece
todo
alegre y confiado
el
hombre no se enternece
y
apunta con gran cuidado.
Lanza
el primer tiro y... nada
tira
el segundo y tampoco
al
bicho no le hizo nada
ni
por mucho ni por poco.
El
conejo sorprendido
por
el ruido detonante
como
le gustó el sonido
se
quedó allí tan campante.
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El cazador turulato
triste y cariacontecido
no
reacciona en un rato
hasta que suelta un bufido.
Vuelve a apuntar de nuevo
por encima de la mata
diciéndose para adentro
esta vez no se me escapa.
Vuelve a tirar y...nada
dispara otra vez y...menos
como si nada pasara
allí seguía el conejo.
-O esto es cosa del diablo
o
es cosa de mi abuelo
que me dio cartuchos falsos
queriéndome tomar el pelo.
Y
saliendo de las matas.
fue hacia el conejo furioso
matando de una patada
a aquel animal tan soso.
De una oreja lo colgó
marchando para su casa
mas cuando a ella llegó
vio que el conejo faltaba.
Escúchame este consejo
lo dice la moraleja
cuando caces un conejo
no lo cuelgues de la oreja.
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