(Sigue lo de la fiesta en Rejas del Burgo año 54 Pag. 82)

   Terminada y reposada la cena, pensamos ir el matrimonio a dar una vuelta por el pueblo, los gaiteros no pensaban en salir  y la calle estaba desierta. Viendo el panorama, y como yo con el traje de MIL rayas, no estaba para aguantar mucho, decidimos regresar a nuestro redil, para calentarnos  y escuchar el chisporroteo de los leños originado al llegar el calor  al aire que se halla entre las cortezas.

   Estamos en el mes de Agosto del año 1.954, por esta  época en España había muchas cosas prohibidas y sobre todo en estos pueblos pequeños, era una falta el hacer baile  por la noche, los pantalones para la mujer,  ni soñarlo; tres chicas  que estaban sirviendo en Gerona fueron  a su pueblo en pantalones, las mujeres entradas en años, se persignaban , como si vieran al mismo demonio, y el Domingo que fueron a misa , el Cura las obligó a salir de la Iglesia con malos modales.

   Cuando llegó la hora de ir a dormir, como no se había ni pensado en llevar el agua corriente a las viviendas, sabíamos que ninguna casa de aquellos pueblos  tenía cuarto de baño o cosa que se pareciera.  Antes de ir a la habitación mi mujer y yo, nos guiñamos un ojo, diciendo que íbamos a  dar una vuelta por el pueblo , pero nuestra intención era otra,  al salir por el portal yo miré haber si encontraba algún trozo de papel o cosa  semejante, gracias que yo llevaba para casos de emergencia.

   Pronto regresamos y la  Sra. nos acompañó para ver la habitación. Normalmente el suelo de las casas de estos pueblos , son de tierra pisada, pero donde  debíamos de dormir nosotros en el piso de arriba, estaba hecho de tabla tanto el techo como el suelo, las paredes aunque se suponían que eran de adobe estaban blanqueadas y limpias .

   Había un palanganero donde se colocaba la jofaina, con un espejo, una toalla a cada lado y en la parte inferior un jarrón lleno de agua, que nos serviría lo más buenamente posible para asearnos.

   La Sra.  sin decirnos  nada,  nos había puesto un orinal de porcelana debajo de la cama ésta, era de hierro y por lo limpia, parecía que estaba niquelada; las sábanas aunque de retor  blancas como la nieve, el colchón,  se suponía que en su interior estaba hecho  con pura lana virgen.  El somier, a primera vista parecía que no hacía ruido, de todas las maneras yo me coloqué al lado izquierdo con relación a mi mujer, no fuera que en sueños nos diera la gana de hacer títeres o cosa semejante y sin darnos cuenta formáramos un escándalo.

   La noche se pasó sin novedad digna de poner en esta historia, nos lavamos y peinamos, con, y delante de aquel artilugio, que ya he comentado anteriormente bajamos, dimos los buenos días  y seguidamente la Sra. nos presentó una bandeja, con diferentes manjares del cerdo, y para terminar un café con leche, y nos comunicó que como  sucedáneo   del café, empleaban cebada tostada.

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