truchas
RETALES DE
MI AUTOGRAFÍA DONDE
SE TRATA DE LAS TRUCHAS Y LA MINA MAGNÉTICA.
Por Pausilipo Oteo Gómez
Estamos en el año 1.944.-----
Pasados unos meses, se trasladó todo el Batallón a un pueblo un
poco más grande que el anterior; se llamaba Hecho, también en la
frontera y provincia de Huesca, estaba
rodeado de montañas y los “Maquis
“ no daban señales de
vida, aunque se sabia que nos vigilaban, pero con el Ejercito, por
aquella zona no se metieron para nada .
Los meses que me hallé en aquel pueblo, fueron los mejores y más felices
que pasé en la mili, tenía un asistente como en el pueblo anterior,
pero éste, era muy gracioso y servicial, Un
caballo estaba siempre a mi disposición, que solo tenía que
decir que me lo ensillaran, para dar seguidamente unas galopadas por las
afueras del pueblo.
El sastre del Batallón me hizo un traje sin yo mandarle, pero como se
ofreció él, yo no puse reparos, compramos una tela de lo mejor y todo
salió perfectamente, me alegré mucho , ya
que era el primer traje de valor que estrenaba en mi vida. Se
puede decir que en aquel pueblo la sección de transmisiones dependía
de mí, en lo referente a instrucción, listas , etc, etc.; me hice con
un encerado como el de las escuelas, y cuando salíamos
al campo, dos soldados lo llevaban
hasta donde teníamos que acampar, allí en plena naturaleza, les
enseñaba a algunos que
eran totalmente analfabetos (
casi todos eran procedentes del sur de España ) a poner su nombre,
sumar y restar. Al ser
licenciados o marchar a otra compañía, me daban las gracias en señal
de reconocimiento, por haberlos enseñado lo que no sabían
anteriormente.
Dentro del término municipal de este pueblo , discurría un Río
muy truchero, el ordenanza
del Jefe del Batallón, con la moto y yo con un subfusil, cuando queríamos
comer truchas nos íbamos al río, yo en la peña preparado para disparar, el otro preparado
para tirarse al agua, cuando pasaba una bandada de truchas, con seis
disparos era suficiente para
que quedaran atontadas, el otro se tiraba al agua y no tenía que hacer
más que recogerlas y meterlas en una bolsa , una vez satisfechos de la
pesca con ellas al pueblo y
seguidamente , se las llevaba a mi patrona , que sabía prepararlas muy
bien.
Estando es estas me comunican que tengo que ir a Madrid con un Capitán para
hacer un curso “contra -
carros , tenía que ir un
suboficial, pero por lo que fuera me metieron a mí. Llegamos a la
capital de España y seguidamente, nos presentamos en Campamento, después de
pasar un reconocimiento médico a conciencia, nos destinan a un Cuartel
bien equipado de todo. Al otro día , conocemos
a los profesores, que por cierto eran todos alemanes; fuimos al campo de pruebas , donde sobre el terreno nos
dieron una charla , explicándonos , forma y medios para atacar a un
tanque.
En total, los que empezamos el curso fuimos : 26 de los
diferentes Batallones de Montaña que estábamos en la frontera,
divididos: en trece oficiales, once suboficiales y dos cabos primeros, yo era el más joven de todos, por lo
cual me escogieron para probar una
“MINA MAGNÉTICA “. A la vista de todos el profesor hizo un
resumen en que consistía y
como funcionaba la dicha mina, una vez explicado esto por dos veces,
dirigiéndose a mí dijo:
--Usted va a ser el encargado de llevar adelante esta misión – ¿
ve aquel tanque que hay
destruido en aquella loma ¿- dije que si con la cabeza.- explote,
recibirá la onda expansiva, pero no le ocurrirá nada , siempre que
cumpla las normas
explicadas. La misión fue llevada de forma correcta y una vez en
presencia de los profesores me felicitaron .
Todos los días se hacía explotar dinamita por turnos, en
presencia del grupo, al que le correspondía
llevaba el explosivo, encendía la mecha y corriendo
se unía al grupo, cada día se avanzaba un paso hacia la explosión,
llegó un momento en que aquello era ensordecedor
y a veces peligroso.
A la semana
de aguantar todo el estruendo de la dinamita, aparecen
por lo alto de una loma seis tanques, que en un principio, como
yo no los había visto nunca, se me imaginaban
gigantes, después al irnos acostumbrarnos a ellos nos parecían
juguetes grandes, que, mientras los 20 días
que pasamos unas veces dentro y otras fuera, dentro para ver el
manejo de las ametralladoras y el cañón, sin olvidarnos de llevar las
quiñoneras para resguardar la cabeza, los de fuera para intentar
detener o destruir al
mencionado tanque (todo ficticio), estos, estaban metidos en un barranco
que les servía de trinchera, al acercarse el tanque se hacía una
barrera con botes de humo, al pasar por el barranco , como los de dentro
no veían nada, por la nube de humo que se había formado delante
de ellos , era cuando se le podía destruir, bien fuera con
botellas de liquido inflamable o colocando un pico o una barra de hierro
entre las cadenas .
La comida buena, el trato inmejorable, y por la noche
después de la cena, nos proyectaban películas de tanques de las
batallas más importantes de la segunda guerra mundial .
Una vez terminados los treinta días, nos dieron u diploma, el
que decía que: “ habiendo asistido a un curso contra
- carros con aprovechamiento etc . etc.”
Seguidamente en unión del Capitán emprendimos
la marcha por tren para regresar a nuestra unidad que se encontraba en el pueblo de Hecho
de la provincia de Huesca ya citado anteriormente . |