Pausilipo Oteo Gómez Autobiografía Página 122------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
El local de los pollos lo tenemos a medio terminar, falta solamente poner las tejas y el suelo, las tejas me las vendido un compañero que había comprado una casa vieja en el Barrio Chino, seguro que si hubieran podido hablar, cuantas historias de toda índole nos contarían.
La cosa que cuando menos lo pensaba, aparece el citado compañero con un camión cargado de tejas, ya estaban ajustadas, las descargamos, las contamos, las pagamos y las dejamos al lado de la acera.. Al otro día con la ayuda de un peón, al mismo tiempo que se metían las citadas tejas, se iban colocando en el tejado .
El caso es, que pasado un poco de tiempo viene un señor y me comunica que a él le interesan las tejas en cuestión, y que si yo estaba de acuerdo, se las llevaría estas y me pondría otras nuevas en su lugar, incluso me dijo que me daría una buena gratificación. Se conoce que el dicho Sr. según dio a entender, estaba haciendo una casa—comedor y lo quería todo viejo, yo no acepté, por que también me gustaban aquellas tejas, que casi seguro la mayor parte se habían hecho en tiempos del Rey Wamba.
En el suelo en vez de cemento eché tres centímetros de arena por todo el local , y pensaba que cuando metiera los pollos, lo cubría con dos sacos de viruta con el fin de que los animales escarbando se hicieran más fuertes , y la arena picoteando en pequeñas dosis les hacía más fácil la digestión .
Estamos a mediados del mes de Mayo y ya empezamos a planificar las vacaciones para todo el mes de Julio. De momento los pollos no los compramos hasta la vuelta que si las cosas van como pensamos será para primeros de Agosto.
Queremos comprar una furgoneta como la de Sor Citroen que se refrigera por aire, voy a la casa Citröen y me dicen que toda lista, valía al contado (entonces no había plazos ni hipotecas por lo menos para los pequeños) 62 billetes de mil pesetas, para el viaje que tenemos en mente, suponemos que nos harán falta, según el mapa que tengo a la vista, por lo menos 20 billetes más, nosotros no contamos con nadie que nos dé una peseta, y nos alegra mucho que nos podamos valer por nosotros mismos.
La cosa que para no ir desprevenidos empezamos a rebañar todo el dinero que tenemos en efectivo
Para hacer la casa y el local de los pollos, empleamos todo lo que nos quedaba en la fábrica de harinas de García del Valle en San Esteban de Gormaz; lo que nos dieron por el piso de San Narciso, (qué lástima de piso 4 habitaciones y todo lo demás y situado a tres aires: E, S, y O., pero las circunstancias mandan, se quedó con él un abogado del Estado y el dinero que nos dieron nos hacía falta. Nosotros teníamos un gran motivo para venir al nuevo piso, estando cercas del colegio de mi mujer llevaba las niñas todos los días con ella y además se podía dedicar a la casa tranquilamente, ya que el horario era de 9 a 12 y de 3 a 5 por la tarde. Para seguir haciendo la casa, empleamos lo que gané con la compra del trigo, con lo de las alubias de Fuencaliente que se vendieron bien, con los botes que el de Barcelona pagaba a su debido tiempo, con lo que gané al hacer la permuta con el primer solar que compré en San Daniel.
Yo, en mis tiempos de soltero había comprado algunas “Matildes” o sea acciones de la telefónica (entonces no se denominaban así las acciones de telefónica, fue un slogan publicitario de los años 60) con el asunto de la frontera y además tenía una cartilla de la Caja de Ahorros y ya para rematar cuando fuimos recién casados a Port-Bou para dos meses, mi mujer, (que fina me salió para el contrabando,) se hizo amiga con una mujer de un compañero que al principio le enseñó algunos trucos, sobre todo lo de la falda interior hasta encima del muslo con cuatro celdillas a cada lado, con el fin de meter en cada una un paquete de cuarto kilo de café… todo esto último lo empleamos para comprar la furgoneta y para los gastos del viaje, en unión de los 30 billetes que me dio el Estado por hacer la casa y que los teníamos intactos.
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