LA VÍSPERA DEL DÍA DE MI BODA

   "El día 23 de Febrero de 1.954 Pausilipo Oteo Gómez, marcha a Santa María de las Hoyas, (Soria) en uso de 20 días de permiso para contraer matrimonio con la señorita  María de los Dolores Muñoz Oteo, concedidos y debidamente autorizados por el Exmo. Sr. Inspector de la Policía, en escrito número 23.594."

     Con esta autorización regresé al pueblo, que una vez terminadas las amonestaciones, hubo de prepararse todo lo concerniente a la boda de los dos hermanos.

    Llegó la víspera de la boda, todo estaba preparado (dentro de las circunstancias), ya que como estábamos de luto, sólo se llamó a los tíos. En aquellos tiempos no había despedida de solteros y aunque lo hubiera habido, nuestra situación no era para andar con jolgorios...

    El día 26 por la noche, después de comprobar que todo estaba en orden, nos retiramos pronto a descansar, después del ajetreo que llevamos durante todo el día, que, aunque éramos pocos, dar de comer a tres familias durante dos días, requiere cierta organización; por lo tanto esa misma mañana se habían matado dos corderos y se preparó todo para hacer una paella el primer día; se puede imaginar que hubo que mandar un propio al pueblo de San Leonardo con una lista del pescado que tenía que comprar, caso de que lo hubiera, esto para acompañar al arroz del primer plato, y de segundo "ajo-carretero" con los dos corderos, preparados en sendas calderas; así que lo más importante, referente a los alimentos, o sea: pan, vino y carne, quedaría bien completo, se comería en el portal de la casa de mi padre, en la cocina se preparó y cocinó todo.

    Yo fui a pernoctar a la casa de mi hermano Francisco, me llevé todo lo que tenía que ponerme al otro día y que había llevado de Gerona, o sea: un traje azul marino con su correspondiente chaleco y todo lo demás. En casa de mi hermano al amor de la lumbre, hicimos los pertinentes comentarios referentes a lo preparado para el día siguiente, mientras tanto, al son del chisporroteo de los leños, se estaba calentando el agua en una gran marmita que colgaba de un gancho clavado en la tindera, que según me anunciaron, dicho líquido estaba preparado para bañarme yo. Seguidamente llenaron un brasero de ascuas que llevaron a la habitación donde yo tenía que dormir; era un cuarto pequeño, pero bien acondicionado, todo el techo de madera de pino, y tablas machambradas del mismo material, todo nuevo, al entrar se sentía el olor característico de madera recién aserrada... En aquel tiempo no había agua corriente en ninguna casa del pueblo; había que ir a por ella a la fuente nueva; tenía dos caños para llenar las vasijas de los vecinos y un pilón para que bebieran los animales.

    Como la noche corría y el agua de la marmita borboteaba, se pensó que me bañara en la misma habitación que tenía que dormir, para tal fin, mi hermano había preparado un artilugio que no había visto en mi vida, no era bañera, ni cocción ni bidón, más parecía a aquellos dispositivos en los cuales se bañaban los pistoleros del Oeste Americano y que más de una vez yo había visto en el cine en Gerona. Seguidamente se llenó de agua hasta una señal que había dentro, para evitar que el agua rebosara al meterme dentro. Me dejaron una pastilla de jabón marca "Lagarto", no habían llegado los frascos de toda clase de jabón que después han atiborrado los cuartos de baño; y con una alfombra en el suelo y una toalla en lo alto de una silla, a la vista de todo ello, empecé a quitarme toda la ropa, con el fin de meterme dentro de aquel artilugio,  que una vez terminado de bañarme, resultó ser cómodo y práctico en grado superlativo. El inconveniente se presentó después para vaciar el agua, ya que no había desagües en el pueblo y hubo que sacar el agua con una larga manguera que llegaba bastante más abajo de la calle hacia el "río Seco". Una vez seco valiéndome de la toalla y puesto el pijama que estaba en lo algo de la cama, me metí entre las sábanas, que con el calor del brasero y el vapor de agua, me sentía reconfortado con un calor suave.

    Antes de pillarme el sueño, se apoderó de mí el pensamiento de cómo estaría la novia, ya que su casa se hallaba a unos cien metros de donde yo me hallaba; con estos pensamientos me pilló desprevenido el sueño y me quedé dormido plácidamente...

   Escrito en Gerona, Febrero del 2.004... a los 50 años de casado.

 Autor: Pausilipo Oteo Gómez