MI BIOGRAFÍA; Primera parte
Yo, Pausilipo Oteo Gómez, vine al mundo el día 15 de Abril
de 1.921 en la villa de Santa María de las Hoyas
(Soria).
A los 6 años empecé a ir a la escuela, en aquel tiempo no había colegio de párvulos, el frío que pasamos en aquel local, con una estufa no muy grande, alimentada con cortezas de pino, que teníamos que traer los propios chicos en los meses de Septiembre y Octubre es, al recordarse de ello, como para tiritar. Las chicas tenían colegio aparte; hasta los diez años pocos días perdí de ir a la escuela, pero a partir de esa edad, empecé a faltar algunos días, bien por ir ayudar al pastor, llevar la comida a los que estaban trabajando, o por otra cosa imprevista. Cumplidos los 14 años, por tener que marchar el hermano que precedía a cumplir el servicio militar, empecé a ir continuamente con las ovejas, o sea de pastor con el ganado de mi padre, hasta poco antes de terminada la Guerra Civil de 1.936. Yo era uno entre los pastores que siempre llevaba en el zurrón un libro o periódico (mi padre estaba abonado a un periódico de Zaragoza que se llamaba “El Heraldo de Aragón “) Por aquel tiempo me dediqué hacer poesías, que aunque en aquella fecha eran como de andar por casa, hoy, retocándolas un poco, hay algunas que están en Internet felicitándome alguno por su contenido y lo acertadas que están, sobre el tiempo, lugar y terreno. Se terminó la Guerra Civil, y al hermano que me seguía, le entregué el zurrón, para yo dedicarme a los trabajos del campo. En estas estaba, cuando un día veo en el periódico, plazas para Radiotelegrafistas de aviación, los exámenes en Málaga y viajes por cuenta del Estado. Sin pensarlo mucho, preparé y mandé la instancia, que me la admitieron, señalando al mismo tiempo día y hora para los exámenes. El Secretario del ayuntamiento, me dio el pasaporte para ir y venir a Málaga, yo, aunque había visto el tren, no había montado nunca en él, no me acobardó un viaje tan largo, y con transbordos en diferentes estaciones. Mi padre me dio 50 pesetas, con las cuales tenía que comer y dormir mientras me durara dicho viaje. Allá me presenté lleno de valor y optimismo, pasé bien el ejercicio físico, pero en oral me suspendieron en una cuenta de quebrados, tuve la mala suerte de que el maestro nunca nos lo había enseñado, y si he de decir la verdad, ni siquiera conocía los quebrados, sin embargo la regla de tres y la de compañía y algunas más, las sabía perfectamente, así que al ponerme aquellos número que ni siquiera les conocía, me quedé totalmente en blanco . ( Hay que ver las cosas que trae la vida; en el ejército llegué a mandar una sección de radio, y en la Policía, fui radio-telegrafista para el Cuerpo General y Gobierno Civil de Gerona). Vuelta a casa y otra vez a los trabajos del campo y a por leña al monte, donde lo había, porque en aquella fecha estaba muy escaso, el motivo, todas las chimeneas estaban echando humo durante todas las horas del día y parte de la noche; bien fuera para cocer la comida de las personas, o el caldero para los cerdos, que cada vecino tenía uno o dos, aunque por desgracia había alguna casa que no tenía ninguno En casa de mi padre, además del campo y la ganadería éramos panaderos y se hacían una o dos hornadas cada día, en hogazas de cinco libras totalmente blanco, que en zona nacional, o sea en la de los insurgentes durante la guerra, no se conoció el hambre sobre todo de pan. En dicha época éramos cuatro hombres en casa, mi padre, el hermano que había venido de la mili, yo (o sea el que escribe esto) y el pastor, nos entendíamos muy bien para llevar todo al día, las hermanas bastante tenían con lo de la casa y ayudar a su madre. |