EL MÉDICO RURAL EN LOS AÑOS SESENTA

Autor: Ubaldo Gómez

Dicen que a no tardar

van a hacer un monumento

público agradecimiento

para el médico rural

 

Bien merece tal honor 

quien toda la vida pasa

recorriendo casa a casa

luchando contra el dolor.                                   

 

Va por sendas y caminos

visitando sus anejos

importándole un comino

que estén cerca o estén lejos.

 

Y no se fija la gente

que curando a troche y moche

de servicio permanente

está de día y de noche.

 

Para él no existen fiestas

ni tampoco vacaciones

y tiene más que pesetas

deberes y obligaciones.

 

Estudiando con tesón

carrera universitaria

no tiene más que ocasión

de ver penas y desgracias.

 

Y no es que las vea sólo

que también las pasa él mismo

pues ha pechado con todo

el puebleril caciquismo.

 

La gente le exige todo

sin compensarle de nada

y ya le quedan tan sólo

pocas y pobres igualas

 

Siempre ha de estar pendiente

sean las tres o las cinco

de los avisos urgentes

a diario o en domingo

 

Van a aporrear su puerta

sea cual  fuere la hora

y el ruido también despierta

a sus hijos y señora

Le molestan y torturan 

con frecuencia inusitada

por dolor y calenturas

que mil veces no son nada.

                 

Sé de un médico que un día 

le avisaron de un anejo       

por saber si una aspirina

.podía tomarla un viejo.

 

Con el Seguro ¿qué pasa?

esto es capítulo aparte       

pues hay que tomar a guasa

tantas recetas y partes.

 

Cuando van los del Seguro     

enseñando su cartilla

por solamente unos duros

le sacan de sus casillas.

 

-¡Que vaya Vd. en su coche  

que mi chico tiene anginas

está malo desde anoche

póngale penicilina!

 

-Recéteme “usté” algodón

y también “esparatrapo” 

y no se olvide el alcohol

que va bien para el trabajo.

 

-Luego me haga un volante 

para sacar una muela

que está el Pepe de un talante

que ni le aguanta su abuela.

 

-Recéteme también talco  

para mi hijo el mayor 

que al ponerse los zapatos 

no le entran por el sudor.

 

El médico rural vive

con sus penosos deberes

y a cambio sólo recibe

unos míseros haberes. 

 

Por eso digo, señor,

que si en vez de monumentos

le dan más emolumentos

sería mucho mejor.