EXPLICANDO LOS PASOS DEL CONTRABANDO DE FRONTERA FRANCO-ESPAÑOLA EN LOS AÑOS DE LA POST-GUERRA

     Hay que tener en cuenta que en aquellas fechas, en los años 50, los sueldos, tanto para grandes como para pequeños, eran muy bajos y cada cual hacía lo que podía... siempre guardando la responsabilidad.

     Los entresijos del pequeño contrabando en los puestos fronterizos donde había destacamentos de la Policía de Gerona: Port-Bou, La Junquera y Puegcerdá, se aprendía rápidamente; lo que ocurría que de un tiempo a otro se cambiaba de género.

     Mientras en España, (digo yo), estábamos un poco soñolientos, Francia, (los franceses), después de la 2ª Guerra Mundial, en los años 50, se había recuperado bastante, por lo tanto, nosotros debíamos ir adaptándonos a las circunstancias, según el género y los beneficios de la mercancía que iba llegando: carretes fotográficos, piedras de mechero, mecheros, gafas de sol, pañuelos de seda, y sobre todo bolígrafos, éstos últimos, los primeros que llegaron por la frontera, fue por el año 1.950, que anteriormente yo creo que no se conocían en España.

     Seguidamente narraré una anécdota que ocurrió meses antes de mi boda. Todo estaba autorizado pero sin salirse del cauce y como esto del cauce, es muy relativo, a veces, no se tenía en cuenta y cada día se cargaba un poco más de mercancía; hasta que llegó el momento de tener que llamarnos la atención las autoridades de la Aduana. En el tren pullmam español que llegaba hasta Cervere, al regreso, en una tarde-noche cualquiera, regresábamos a España cuatro policías y los encargados del tren, todos lo hacíamos un poco más cargados de lo permitido, sobre todo de café. En la estación de Port-Bou, estaban esperándonos el Jefe de Aduanas y sus ayudantes, más que otra cosa para hacernos saber que aquello no podía seguir tal cual, teniendo en cuenta que nosotros, los contrabandistas, representábamos la Autoridad; pero como todo aquello era una madeja, alguien desde algún punto de la estación, se encargó de hacer señales con un farol, consecuencia por la que el tren se paró antes de llegar a la estación; y seguidamente todos nos apeamos, menos los encargados de la máquina y sus ayudantes. Cuando llegó el tren a la estación, no bajó nadie de los que éramos esperados, y algunos de los que allí estaban, ya se imaginó lo que casi no se podía creer que había sucedido.

     Mientras no estuviéramos de servicio, nuestra vestimenta era la de un ciudadano cualquiera, al bajar del tren lloviznaba y la luz del día ya se había apagado; se deshizo el grupo; no sé si yo me fui con el  cabo, o el cabo se vino conmigo; la cosa es que nos encontramos los dos en un terraplén resbaladizo; la lluvia empeoraba la bajada, pero no teníamos otro camino, el cual nos conduciría al túnel que llegaba a la estación de Port-Bou; los otros compañeros ya habían llegado no hacía mucho y nos contaron las mismas peripecias o parecidas, a las vividas nosotros dos, más que otra cosa por culpa de la lluvia.

     Dejamos la mercancía (ironías de la vida), en un cuarto o habitación que la misma Aduana nos había cedido para tal  fin. En connivencia con los ferroviarios, al día siguiente se encargaban ellos de llevarlo a Barcelona.

Autor: Pausilipo Oteo Gómez

Escrito en Gerona, Febrero del 2.004... a los 50 años de casado.