COMPRAR Y VENDER AL ACABAR LA GUERRA

     No se cuando ni por qué, nos enteramos que por Andalucía, se podía comprar lana a buen precio; aquella pobre gente vendía su colchón para poder comer unos días, ya que estamos hablando de finales del año 1939 acabada la Guerra Civil.  Como mi padre tenía en efectivo cierto capital, se acordó entre la familia que el hermano que me precedía y yo, fuéramos a comprar dicha mercancía, ya que una vez vendida en Cataluña se doblaba el capital.  Mi padre nos entregó  5.000 pesetas, y un día de primavera  del anteriormente citado año, emprendimos la marcha.  En Madrid, no sé por qué  nos quedamos un día,  visitamos las trincheras  tanto de los Rojos como de los Nacionales que se hallaban intactas y daba pena pensar  las aventuras que allí pasarían, tanto los vencidos como los vencedores.

   Al día siguiente en el tren que lo llamaban “ Boca Negra “, nos llevó  a nuestro punto de destino, donde, por oídas  se compraba bien dicha mercancía.  Total, que nos presentamos en Linares  (Jaén),  en la estación había muchos gitanos y otra clase de gente, con sus blusas negras y cachavita de fresno, esperando la llegada del tren, nada más pisar el andén, las voces se repiten por doquier, “---   laneros, tengo lana a buen precio “---, después de regatear con unos gitanos calidad y precio, quedamos de acuerdo, nos llevaron a una casa, pero para llegar donde decían ellos que se hallaba la mercancía  había que subir por una estrecha escalera, no habíamos subido media docena de escalones, cuando le dije a mi hermano: -- no sigas, regresemos a la calle,-- así fue, cuando nos vimos en campo abierto, respiramos tranquilos. Una vez  en la posada dispuestos a marchar, llegó una mujer con un kilo de lana, nos pedía  5 pesetas, decía para comprar a sus cuatro hijos unas alpargatas y no se cuantas cosas más, Mi hermano la dio las 5 pesetas  y la lana se la llevó la mujer, dio las gracias haciendo mil reverencias en señal de gratitud, diciendo que con aquel dinero, podía dar de comer a sus hijos durante  dos días, de las alpargatas no volvió a decir nada.

   Viendo que allí no se podía comprar por que  estaba todo en manos de los acaparadores, decidimos marcharnos de aquel pueblo, montamos en el tren, y no bajamos hasta Valdepeñas.  Nos encontramos con algunos conocidos: mi tío Fermín, los Venancios, los  Cachorros  y otros. El posadero nos llevó a visitar unas bodegas, que nos parecieron muy grandes y bien organizadas, Al otro día se decidió que cada uno fuera por un pueblo diferente, ya que Valdepeñas estaba copado por los grandes laneros, y allí los pequeños como nosotros, no teníamos nada que hacer.  Todos los que estábamos allí a lo mismo, marchamos por aquellos pueblos tan maltratados por la  Guerra Civil,  mi hermano y yo, fuimos a parar a La Solana, que por cierto  allí hicimos la carga  y bastante bien.

   Una vez metida la lana en sacos, se pesó y se pagó  a  cuatro pesetas kilo. Al llegar a su destino, faltaba un saco, pero aún así y todo,  faltó poco para doblar el dinero que nos había entregado nuestro padre.   Aquello se terminó por aquella fecha, ya que los grandes almacenistas, subieron el precio y lo acapararon a su favor .