HISTORIA DE UN BILLETE DE MIL PESETAS.

      Corría el año de 1.930, una noche sobre las 21 horas, pican con el picaporte en la casa de mi padre, que se llamaba Felipe Oteo Alonso, sale a la puerta mi hermana Paulina para ver quien  llama, y ve que es el tío Linos (apodado el Berzosa) se conoce que anteriormente había vivido en el citado pueblo),  entra mi hermana en la cocina, era en invierno, hacía mucho frío y todos de la casa estabamos alrededor de la lumbre, y dice que es el tío Linos, mi padre se levanta del asiento y sale al portal para decirle que pase a la cocina, una vez dentro le dice sin rodeos al cabeza de familia:

   ---Felipe, vengo a ver si sabes si este billete de mil pesetas es bueno.

  Lo coge mi padre, lo mira, le da vueltas, mira la textura del papel, y le dice que aunque no ha tenido muchos en sus manos, le parece que es totalmente bueno.

     El tío Linos dice: _"Lo he traído para que lo vieras tú, por la confianza que tenemos y pensando que serías el único del pueblo que mejor me podrías informar".

   ---Linos,  _dice mi padre_, te agradezco la sinceridad y la confianza que tenemos entre ambos, pero si te he decir la verdad, seguro que en todo el pueblo, billetes como éste, se pueden contar con los dedos de la mano.

    Hay que tener en cuenta  que un billete de 1.000 pesetas en aquella época era muy raro, yo tuve en la mano el dicho billete, mejor dicho, con las dos manos, menuda sábana, era tan grande que extendiéndole parecía que no se terminaba.

    Mientras tanto que se comentaba lo del billete, mi padre atizó la lumbre al mismo tiempo que echaba un brazado de troncas de estepas que habíamos traído en los meses que las faenas del campo nos daban un respiro para traer leña.

    Al empezar la lumbre a calentar más de lo corriente, hubimos de retirarnos todos, para dejar sitio al tío Linos que ya estaba mi padre arrimándole un taburete para que se sentara.

    Estábamos  toda la familia al amor de la lumbre, mientras tanto las dos cabezas de familia hablaban del campo, diciendo que la sementera se presentaba  por el momento bastante bien, seguidamente pasaron a las ovejas que era el ganado que más abundaba en el pueblo en aquella época, por lo que pude oír, se lamentaban diciendo que  no habían metido  suficiente yerba, para alimentar el ganado durante el invierno.

    Por aquel entonces era mi padre Alcalde y por lo tanto, hablaban de alguna mejora que se podía hacer en el pueblo.

    Se les notaba que había mucha confianza, no sé si al tener mozo y moza casaderos, tenían en el pensamiento la ilusión de que algún día pudieran ser más que amigos. Entre la familia se oían rumores, el tiempo se pasaba, y los interesados seguramente serían los que menos lo sabían.

   Cuando llegó la hora de cenar, se le invitó al tío Linos, pero él, diciendo que le esperaban en su casa, se despidió, deseándonos buenas noches.

   La cena que teníamos aquella noche consistía  en un puchero de patatas  deshechas con la cucharrena, aliñadas con sebo, que mi madre siempre que se mataba un cordero, con el sebo una vez frito, hacía una torta, y luego lo iba gastando poco a poco, sobre todo cuando había patatas deshechas. Y para segundo un torrezno, que una vez frito y puestos en una fuente de porcelana, como éramos 8 hermanos, teníamos que guardar el orden, primero cogía el cabeza de familia  después por edades de mayor a menor, la última la madre, todos contentos y con gran respeto...

Continuará...